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miércoles, 19 de noviembre de 2025

CRÓNICA: ENTRE SUSCRIPTORES Y ACOLITANTES — LA NUEVA BRECHA DIGITA


En la ciudad, cuando cae la tarde y se encienden las pantallas, emerge un mundo paralelo donde se cruzan deseos, admiraciones y estadísticas. En ese universo conviven dos especies digitales: los consumidores de OnlyFans, y los acolitantes de sus Only-amigos, esos que apoyan sin pagar, pero se sienten parte del proceso.

Los primeros —los suscriptores— suelen moverse con naturalidad entre tarjetas virtuales, pagos recurrentes y cuentas verificadas. Son parte de una economía digital donde el contenido íntimo, exclusivo y personalizado se compra como quien pide comida por una app. Para ellos, OnlyFans es un servicio más: pagan por lo que desean ver, por la fantasía que no exige compromiso. Suelen navegar desde una posición socioeconómica más cómoda, donde gastar entre 5 y 20 dólares al mes no representa un dilema moral ni financiero. Pagan, consumen y siguen.

Los segundos —los “acolitantes”— viven en la periferia de esa economía. No necesariamente tienen recursos para suscribirse, pero sí tiempo, complicidad y un extraño orgullo barrial. Son los que comparten links entre panas, los que reaccionan a historias sin soltar un centavo, los que motivan: “Dale, ñaña, métale nomás, usted puede con ese Only”. En su mundo la moneda es distinta: apoyo emocional, hype social, pero no suscripción.
Esta tribu es testigo de la creación, pero rara vez cliente de ella.

La brecha entre ambos grupos no es solo monetaria; es una brecha simbólica.
El consumidor de OnlyFans representa al usuario habitual del mercado digital: cómodo, privado, distante.
El “acolitante”, en cambio, pertenece a una economía en la que el dinero circula menos, pero la comunidad pesa más: apoyan, celebran, difunden… pero no pagan.

Al final, ambos habitan el mismo ecosistema virtual, pero en pisos distintos.
Mientras los suscriptores sostienen la industria con dólares reales, los acolitantes sostienen el mito, la fama local y la narrativa que convierte a una creadora de barrio en leyenda digital.
Es la nueva brecha socioeconómica de la era del contenido íntimo: algunos pagan por mirar; otros solo miran cómo otros pagan.

Y así, noche tras noche, ambos mundos siguen coexistiendo, conectados por deseo, curiosidad y un algoritmo que nunca duerme. 

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